martes, 1 de febrero de 2011

Igual que nos preparamos para encontrarnos con la persona que más amamos, la oración requiere de unas disposiciones anteriores para entrar en ese diálogo de amistad.

HUMILDAD.
“Humildad es andar en verdad… Acepta los dones de Dios como inmerecidos. Reconoce humildemente que es Dios quien te los ha dado y nunca los consideres como si fuesen propios… Soporta con serenidad los propios pecados y miserias, cosa importante en la vida espiritual, porque el irritarte o deprimirte por estos es muestra de que atribuyes a tus esfuerzos personales todo progreso en ella” (Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia; Camino de Perfección).

Es la condición que necesitas para recibir gratuitamente el don de la oración. Es tener consciencia de tu verdad, de tu pobreza; y de la verdad de Dios, de su grandeza y de su amor misericordioso.

TRANSPARENCIA.
Acércate a Dios como tú eres, sin máscaras, pues te ama como tú eres. “Sólo los limpios de corazón verán a Dios” (Mt 5, 8). “Los hombres ven la apariencia pero Dios ve el corazón” (I Sam 16, 7). Nos habla de la coherencia de vida –ser lo que somos ante Dios y ante los hombres- y del impedimento de la hipocresía para el diálogo con Dios.

VIGILANCIA.
“La oración es un don de la gracia… supone siempre un esfuerzo… la oración es un combate… Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El combate espiritual de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración” (CEC # 2725).

CONFIANZA.
Significa abandonarte en las manos de Dios como lo hizo Jesús. Presentar tu vida como hoja en blanco para que Él pueda escribir lo que quiera.

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